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Una hermandad, con independencia de sus fines de culto público y de su estación de penitencia, es al fin y al cabo un grupo, más o menos numeroso, de personas, y sus miembros, como tales, tienen datos que es necesario preservar de forma adecuada.

La gestión de los archivos con la información personal de quienes forman parte de la cofradía o tienen una relación de cualquier forma con ella es uno de los retos a los que se enfrentan las hermandades en los próximos años y son pocas las que, por el momento, lo han resuelto. Los expertos advierten de que hay varios pasos imprescindibles que una entidad que maneja datos de muchos cientos de personas no puede obviar.

Antonio Adarraga, consultor y economista y especialista en este tema, cree que es fundamental que las cofradías se adapten a la ley aprobada por el Congreso de los Diputados y desarrollada después por el Gobierno mediante un reglamento, y lo es por la naturaleza de los datos que están manejando.

Referencias identificativas

«Las hermandades tienen los nombres, apellidos, direcciones, teléfonos y fechas de nacimiento de sus hermanos, además de una relación de las personas que realizan aportaciones económicas. Son muchos datos identificativos», cuenta Adarraga.

La primera medida, cuenta este experto, es la inscripción de los ficheros en la entidad competente, es decir, la Agencia Española de Protección de Datos. Existen tres niveles básicos de protección. El primero afecta a los datos identificativos, el segundo a los económico-financieros y el tercero es el de protección más alta y se centra en las creencias religiosas y políticas y en asuntos de salud.

Los datos que manejan las cofradías pueden tener cabida en los tres niveles. «Tienen los datos identificativos, pero también los económicos, porque en ocasiones se hacen listas con los hermanos que no pagan las cuotas», cuenta. En cuanto a los últimos, los ficheros de las cofradías son, por sí mismos, relaciones de personas que profesan la fe católica, pues a los nuevos miembros se les pide la partida de bautismo.

Incluso en ocasiones pueden contener datos relativos a la salud, sobre todo en los ficheros de hermanos costaleros.

No sólo se refieren a los cofrades. «Una hermandad tiene relación comercial con sus proveedores, lo que también implica el manejo de datos económicos», explica Antonio Adarraga, que trabaja para la empresa DGE Bruxelles en asuntos de adaptación a la Ley de Protección de Datos. La solución, según él, pasa por ponerse en manos de personas que conozcan el proceso y que ayuden a las cofradías a regularizar una situación para la que la mayoría todavía no están preparadas. Las corporaciones deberán, en primer lugar, inscribir sus ficheros, pero también elaborar un documento de seguridad que contenga las medidas que se ponen en marcha para la protección de los datos de todo tipo que la hermandad posee.

Por último también es necesario que los hermanos den su consentimiento por escrito al tratamiento de sus datos y a su incorporación a un fichero que la hermandad utilizará para los fines propios que figuran en sus reglas. «Estos datos», insistió el experto, «no pueden usarse de ninguna forma para otra finalidad». Lo deben firmar todos los hermanos, algo difícil, admite Adarraga, aunque una de las soluciones es incorporar el texto a la ficha de nuevos hermanos o de actualización de datos.

También los miembros de juntas de gobierno deben firmar documentos de confidencialidad sobre las decisiones que se tomen. http://www.abc.es